Después de un largo viaje en el tiempo en una chocoreta del 71 a un poblado bastante frio, lo único en lo que pensaba era en tomar algo caliente; le propuse a mis compañeros de viaje, Óscar y Roo, tomar el té en Polanco. Óscar con todos sus prejuicios hacia un lugar en esa zona fue.
Más allá de toda pretensión está Café Budapest. Sí, las especialidades son postres húngaros y tés (WTF, si yo sólo sé de tortas y licuados), pero este lugar está hecho para preguntar, conocer y elegir, sin sentir la presión o mamonería de los meseros. La carta es el mismo camarero (nótese cómo uso sinónimos) que sin ningún problema te repite cuántas veces quieras los ingredientes y los nombres de los postres (en húngaro). Struddel de manzana relleno de requesón, pastel de 3 chocolates, pastel de avellana; más la selección de tés de Leticia Sáenz; una tea sommelier, competencia directa de Caravanseraï. El mesero te da una cubeta con probetas que descorchas, hueles y eliges la combinación que más te guste.
Entre fotografías de la familia de la dueña, teteras, tazas y muebles vintage te sientes ambientado en un país lejano pero cercano a tus amigos. Precios justos, sin pretensiones, este lugar hizo que Óscar resignificara a Polanco y la hora del té.
Roo y yo compartimos el gusto por las imágenes y por conocer lugares para compartir con los amigos.
¿Por qué regresarías a Café Budapest?
Definitivamente, por el servicio que es la clave de cualquier negocio. Seré sincera, no me sentí en la sala de mi casa pero sí muy cómoda. Me parece un lugar pequeño pero con muchísima calidad.
¿A quién llevarías?
Llevaría a amigos amantes del café o del té o que, simplemente, disfrutan de una buena charla.
¿Qué te pareció la relación precio-calidad?
Justo (por la zona suele ser más caro), vale la pena pagar por ese buen sabor de boca que te dejan sus postres.
Invítame :)